Ya estamos en ese tiempo del año en que llueven los post en los que repentinamente todos queremos que el 2020 nos sorprenda, que el 2020 “traiga cosas buenas” y aunque todo esto es bueno, si algo me enseñó el 2018 y el 2019 es que no es el 2020 el que tiene que ser diferente, somos nosotros.
Tengo casi 27 años y sin lugar a dudas el 2018 y el 2019 ha sido la cosa más hostil que alguna vez viví. Lo describiría como una completa devastación en la que ya no quedaban fuerzas en el corazón para otra mala noticia, ya no quedaban ganas de ni siquiera salir de la cama y hasta el respirar costaba. Y justo cuando uno piensa que ya es el final de todo y el alma parece no aguantar más dolor, JESÚS se hace presente. Si, ya sé que esto suena muy “cliché” pero la realidad es que Él siempre ha estado. Y entonces uno se da cuenta que es uno quien muchas veces no se quiere dejar encontrar, que es duro y que da mucho coraje aceptar que de las situaciones más dolorosas que podamos vivir, JESÚS puede enseñarnos que nunca seremos víctimas de nada, por el contrarío respuesta para muchos.
Siempre se dejará notar la muy popular opción de culpar a Dios porque todo está saliendo mal, pero también podremos notar lo muy poco que tomábamos el tiempo de agradecer cuando todo estaba bien. Y es que cuando uno deja a JESÚS sanar, restaurar, consolar y hacer todo nuevo, no es a la manera de uno.
A nuestra manera queremos justicia, a nuestra manera queremos venganza, queremos responder mal por mal (y hasta si se puede, mucho peor) pero cuando por fin uno se rinde (porque no hay cambio sin rendición) entonces uno, por la Pura Misericordia y gracia De Dios puede entender, que el dolor nos brinda dos opciones; convertirnos en personas amargadas y víctimas de todo, o permitirle a Dios sanarnos y sacar una versión de nosotros que jamás imaginamos.
El proceso es doloroso, porque lo lleva a uno a darse cuenta que en esta vida uno no merece nada, que todo es por pura gracia y que no hay forma alguna de que no podamos perdonar a los demás, cuando entendemos lo que Dios nos perdona a nosotros a diario. Bendita gracia que nos enseña a perdonar.
Y entonces aquello que parecía una devastación, si era necesario, pero para que toda la basura en mi vida, todo lo que no estaba fundamentado en Cristo se viniera abajo, y quedara únicamente lo inconmovible.. Él.
Y entonces uno empieza a dar gracias, por lo que no salió como uno quería, uno se empieza a reír de como Dios siempre tiene un plan y siempre es inexplicablemente mejor. Únicamente porque Él es bueno.
La alegría más grande que uno puede vivir, es permitirle al Espíritu Santo consolarnos, sanarnos, abrazarnos y aceptar por fin, rendidos en sus brazos de amor, ese amor que tanto pedimos a gritos y buscamos en __________ equivocados.
Esa alegría verdadera solo es resultado de rendirnos, pero también de tomar responsabilidad del estado de nuestro corazón, de hacia donde nos estamos conduciendo y que tan productivos queremos ser en Jesús.
Entonces, que el 2020 nos encuentre mirando en la dirección correcta. Mirando a JESÚS.
«Puedo hacer todas las cosas a través de Cristo que me fortalece».
Filipenses 4:13 NKJV
«En realidad, nos sentíamos como los condenados a muerte. Pero eso nos ayudó a confiar en Dios, que puede hacer que los muertos vuelvan a la vida, y no a confiar en nosotros mismos.» 2 Corintios 1:9 TLA