No estoy bien, pero no tengo que esconderme.

¡Hola! Esta mañana me encontraba en la cocina de mi casa preparando algunas cosas mientras escuchaba música. De pronto, empezó a sonar I’m not alright – Sanctus Real, y aunque es una canción algo vieja y que me gusta mucho, en esta ocasión la letra tuvo un significado más profundo para mi.

Empecé a notar mucha similitud de esta canción con muchos de los Salmos que he leído. La transparencia de quien la haya escrito declara un estado de quebranto, de debilidad, que es algo de lo que muchos no quieren hablar, y de como necesitamos exponer abiertamente a Dios cuando somos orgullosos, cuando no somos tan fuertes como queremos hacer ver y lo mucho que necesitamos a Dios.

Esto me llevo a pensar en por qué a muchas personas les cuesta muchísimo orar. La realidad es que es muy poco lo que nos hemos relacionado con la verdad de que Dios está deseoso de que le conozcamos como Padre, desea desarrollar un vínculo tan fuerte con nosotros que podamos confiar como niños, ser dependientes, disfrutarlo y aún aprender a mirar sus correcciones como una divina intervención.

Personalmente me costaba muchísimo orar cuando no entendía esto y buscaba esconder mi pecado, frustración, vacíos y tristeza detrás de palabras muy bien elaboradas y protocolares que solo gritaban fuerte y alto lo poco que conocía a Dios y lo lejos que estaba de sentirme su hija.

La canción termina diciendo “No estoy bien, y es por eso que te necesito” y esta es la realidad de muchos antes de poder disfrutar orar, relacionarnos con Dios. Verás, a través de la vida de Jesús derramada por amor en la cruz, ahora nosotros podemos ir confiadamente a Dios y exponer cada debilidad, pecado, inmundicia y la peor cosa que puedas estar imaginando que hayas hecho, mientras lees esto, que hayas creído por mucho tiempo que te impedía ser amado por Dios.

Estar mal no es sinónimo de escondernos, por el contrario, estar mal y quebrado es el escenario perfecto para correr a los brazos de Jesús, recibir su perdón y permitirle llevarte a un Padre amoroso, compasivo, misericordioso, lleno de gracia, corrección y verdad.

Deseo hacerte saber que no importa lo que hayas hecho, no hay nada que puedas confesarle a Dios que lo escandalice o haga que te deje de amar. Dios no es como nosotros, el perdona y de verdad se olvida para siempre, él restaura y no rechaza, abraza y no desprecia. Sí, al venir a Él y confesar nuestro pecado, seremos corregidos duramente, pero visto desde la perspectiva correcta es Dios limpiándonos de toda la basura y mentiras que nos estaban matando y dolerá, si dolerá, pero ganarás salvación, vida eterna, un nuevo comienzo y una relación pura, de disfrute y sin nada que esconder con el Creador de vida.

La relación con Dios se disfruta cuando no tenemos absolutamente nada que esconder, orar es sinceridad, es desnudar el corazón sin temor a lo que pueda pasar y confiar que Dios como buen Padre sabe lo que hace. Tus oraciones podrán sonar muy feas y extrañas, como algunas veces suenan las mías, a causa del pecado y la basura que haya en nuestro corazón, pero eso solo le dirá al cielo que aquí en la tierra hay quien está entregándose a vivir como hijo, a vivir en Libertad.

“Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al SEÑOR », ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.” Salmos 32:5 NTV

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