
Hace unos días estaba escuchando un álbum de PETRA mientras limpiaba, y me preparaba para iniciar la semana que recién culminamos. En una de las canciones, alguien hizo una oración sencilla que decía así:
«Señor, necesito más poder para amarte y servirte con todo mi corazón».
Eso me llevó a recordar que durante la semana había leído un Salmo que dice «buscad a Dios y su poder». Me hizo mucho sentido orar de esa manera en ese momento y sin más, me animé a orar lo que había escuchado, pensé ingenuamente «es eso, necesito más poder del Señor para responder a todo lo nuevo que estoy viviendo», y aunque es cierto que necesitamos el poder del Señor, yo había olvidado un pequeño, poderoso e importante detalle … lo conocemos en debilidad.
El apóstol Pablo nos enseña, en sus cartas a los Corintios, acerca de una debilidad constante que experimentaba, por voluntad y propósito del Señor. Él pidió a Dios que removiera lo que causaba la debilidad, y las palabras del Señor para Pablo fueron estas «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad».
Poco sabía de lo muy en serio que Dios se tomaría mi oración y de la brevedad con que respondería. Los días siguientes a esa oración, es decir, toda esta semana que recién terminó, ha sido tremendamente desafiante. De un momento a otro todo pareció volcarse de cabeza y de la manera más inesperada me encontré de frente con noticias, quebrantos, escenarios, incomodidades e incertidumbres que solo parecían ir en aumento, hasta que recordé. Recordé que había hecho una oración, recordé que le había pedido a Dios más poder para continuar amando y sirviendo con todo mi corazón. ¿La respuesta a la oración? debilidad.
Un meditar y escudriñar profundo de mi corazón me lleva, de tanto en tanto, a recordar lo fácil que mi corazón se distrae, la forma casi involuntaria en que rápidamente dejo de buscar a Dios, cuando todo «está bien», con la misma intensidad que lo hago cuando todo «está mal», lo mucho que suelo confundir servicio con relación, y al final, solo se revela más de mi pecado, más de mi auto suficiencia, más de mi orgullo y más de la necesidad constante de que el Pastor de mi corazón me provea de escenarios constantes que me humillan, me debilitan y me llevan de vuelta a lo más importante. Él.
Pocas veces vemos el descuidar nuestro primer amor como pecado; o algo de lo que debiéramos arrepentirnos. En Apocalipsis se nos enseña de forma clara que no amar a Dios como al principio (cuando fuimos salvos y conocimos el primer amor) nos convierte en personas hacia las que Dios tiene algo en contra.
Todo el poder, fortaleza o vigor que puedas estar necesitando ahora mismo solo provienen de amar más, y más, y más, y más, a Jesús, mientras dejas que el Espíritu Santo manifieste lo que sigue después de eso. Que sea el Espíritu Santo, no tu fuerza, capacidad o intelecto. Todo esto es bueno y útil sólo si está rendido a aquel que nos lo entregó.
Sácale provecho a tu debilidad, dale gracias a Dios por permitirte vivir lo que estás viviendo, porque no hay una sola cosa que los hijos atravesemos que no tenga respuesta en Jesús. Confiamos en que todo lo que sucede obrará para bien, porque lo amamos, y esto ha sido posible porque Él nos amó primero. Por donde sea que miremos la ecuación, no se trata de nosotros, ni de nuestra fuerza o lo mucho que creemos saber, se trata de Él.
«… Debe bastarte mi amor. Mi poder se manifiesta más cuando la gente es débil…»
2 Corintios 12:9
Nada ha cambiado en mi situación, de hecho podría darte una larga lista de motivos por los cuales debería estar preocupada, angustiada y triste, sin embargo, mi perspectiva respecto a lo que atravieso si cambió, en esto es glorificado Jesús y es perfeccionado Su poder en mí. A veces, solo necesitamos eso. Dios es poderoso, amoroso, tierno y bueno. Nunca haría nada para dañarte, es digno de toda nuestra confianza y su intención sigue siendo nuestra santificación.
Ama más. Amémoslo más.
Excelente! Dios siga usando tu vida para seguir impactando a muchos!