¿Quién me envió?

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Hace unos días empecé a leer 1 Samuel con amigos y entre abrir el corazón, re leer y meditar me encontré con esto que me llamó mucho la atención:
«… Por aquel tiempo salió Israel a encontrar en batalla a los filisteos, y acampó junto a Eben-ezer, y los filisteos acamparon en Afec.» 1 Samuel 4:1

Cuando leí esto, recordé al rey David inmediatamente, por la cantidad de veces que la Biblia relata «y David consultó a Jehová…», sobre todo cuando se trataba de saber si ir a la guerra o no. Para David era importante saber si contaba con el favor del Señor antes de librar una batalla contra sus enemigos. No andaba por impulsos y tampoco daba por sentado la presencia de Dios en su vida, aunque sabía que había sido ungido no era irreverente hacia quien le había dado el poder, gracia y favor para vencer. No miraba la unción como un amuleto.

Esto me llevó a preguntarme, ¿a quién consultó el pueblo de Dios al tomar esta decisión? ¿habrán salido a pelear solo por costumbre? No pude evitar meditar en la cantidad de veces que me he metido en tremendos líos por no consultar al Señor antes de, o lo que es peor aún, hacer las cosas solo por costumbre asumiendo que porque soy hija, «Dios estará conmigo en esto», aunque esté siendo irreverente, sabia en mi propia opinión, desobediente.

¿Alguna vez consideraste que en esas cosas «trabadas» quizás no está Dios y nunca estará, no importa cuánto luches y cuánto insistas?
«… y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos…» vs 2
No me mal entiendas, no estoy hablando aquí de que debemos rendirnos y renunciar ante la más mínima aparición de cualquier tipo de oposición. El mismo apóstol Pablo nos enseña qué, gracias a que Dios había abierto puerta grande había experimentado grande oposición.
«porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios». 1 Corintios 16:9

¿Cuál es la diferencia en estos dos escenarios?
En el primero reinaba la emoción, confusión e impulso. La costumbre y el ver a Dios como un amuleto. Escaseaba la reverencia y se creía que Dios debía librarme, respaldarme, estar conmigo en esto «porque sí».
En el segundo, había propósito, había obediencia, reinaba el envío de Dios, por lo tanto, se contaba con su respaldo.

Antes de cuestionar a Dios y el por qué, de lo desagradable que podamos estar viviendo, debiéramos preguntarnos que tanto de lo que estamos haciendo es realmente en obediencia al Señor.

«… ¿por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? …» vs 3
No es sabio preguntar y no hacer el tiempo para escuchar y aprender. El pueblo de Dios, una vez más, responde de forma obstinada y se podría decir hasta necia en querer hacer las cosas a su manera y, lamentablemente, el resultado fue exactamente igual.
«pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido…» vs10


No sirve de nada preguntarnos por qué las cosas están trabadas sino tenemos la humildad en el corazón de humillaros, arrepentirnos y prestar atención a nuestros caminos, elegir no hacer más hasta que nuestra humillación sea real y la voz del Señor gobierne.

«Habló Samuel a toda la casa de Israel diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros y preparad vuestro corazón a Jehová, y solo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.» 1 Samuel 7:3


Cuando es Dios quién envía, hay gracia para vencer, sin importar el tamaño de la oposición. Que Dios nos conceda la humildad y mansedumbre de no querer estar a dónde no hemos sido enviados y de saber permanecer en aquello en lo que contamos con su gracia y favor.
El arrepentimiento genuino sigue moviendo el corazón de Dios.

Un comentario sobre “¿Quién me envió?

  1. Aun así, cuando se consulta a Dios, no esperamos que el nos guie, por la premura queremos actuar inmediatamente, y las cosas no se dan. Debemos confiar en Dios, buscar su voluntad. Entender que el tiene un plan para cada hijo(a) y que su tiempo siempre es perfecto. Mantener la fe y no ser impacientes.

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