Pocas cosas me provocan tanto temor como el saber que Dios está siempre sabiendo todo lo que estoy pensando, por profundo o escondido que pudiera estar para los que me rodean. El saber que el Espíritu Santo escudriña todo de mi, lo sabe todo, lo que hago y lo que no hago y las verdaderas motivaciones de mi corazón para lo que hice y dejé de hacer.
Que no es indiferente a ningún pecado aún cuando yo pueda serlo y que ciertamente en algún momento traerá sus consecuencias.
Hoy, en el tiempo de oración en la iglesia, nos enseñaron acerca de la diligencia con la que el Señor escudriña todo de nosotros y su accionar ante la indiferencia y pasividad de nuestro corazón hacia Él.
«Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.» Sofonías 1:12
La escritura nos enseña desde el principio que Dios es luz y que dónde quiera que él llega todo queda expuesto a Su luz, que se agrada del orden y que su bendición está con quienes hacen Su voluntad. También enseña que aquellos que no traen de forma voluntaria su vida, a la luz, es porque aman más las tinieblas, pero, ¿pudiera ser que aún en Cristo hayan áreas de nuestro corazón que por elección no expongamos a Su luz?
Una, de mis tantas oraciones favoritas del libro de los salmos, es aquella en la que el salmista invita al Señor a librarlo de las cosas que a él le son ocultas. No habla de pecados por elección, habla de una persona que se ha puesto a cuentas con Dios a tal punto que llegó a amar profundamente la santidad del Señor, y con gozo, invita a Dios a que haga tal escrutinio que lo libre aún de aquello que desconoce en su corazón, pero que puede ser desagradable al corazón de Dios.
“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.”
Salmos 19:12 RVR1960
Lo que me lleva a preguntarme, a preguntarte ¿Amamos mucho a Jesús?. ¿Estamos amándolo tanto que deseamos más que el mismo aire que respiramos ser santos como él es Santo?
Te hablo de esa santidad que buscamos por amor, no por miedo. Esas oraciones en las que nuestras lágrimas expresan mejor que nosotros nuestro deseo genuino de parecernos más a Jesús y que son el resultado de un corazón consciente de su necesidad diaria de estar con el Rey.
La palabra nos enseña que por encima de todo, la voluntad de Dios es nuestra santificación, es decir que a lo largo de este peregrinaje estaremos, de forma continua, siendo entrenados, enseñados, corregidos, encaminados y consolados para parecernos a Jesús cada día un poco más, y si de alguna manera esto llegara a parecerte demasiado o “exagerado”, quiero recordarte que Jesús nunca te acusará por habértelo tomado demasiado en serio, después de todo, ¿no se tomó Él demasiado en serio la cruz y dejarnos claro que nos ama más que a todo?
Nada hecho para Jesús debe ser pasivo, indiferente, mediocre o a medias.
Dios envió a Jesús al mundo para alumbrarnos, para que las tinieblas no puedan prevalecer y podamos ser libres de la esclavitud del pecado, pero tenemos que tomar decisiones, el sacrificio de Jesús exige una respuesta de nuestra parte y es exactamente esa respuesta la que nos encamina hacia lo que Isaías llamó el Camino De Santidad,o bien, nuestra elección puede conducirnos a condenación eterna.
Llegará el día en el que Dios sí actuará acerca de aquellas cosas a las que el mundo es indiferente y mi oración es que este sea tu recordatorio, o si bien, la voz que clama en tu desierto que siempre es un buen momento para elegir a Jesús, que en Él hay perdón de pecados, que si nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados él nos perdona y no solo eso, también nos limpia de la maldad que ese pecado había provocado en nuestra vida.
En esta familia aún hay espacios para muchos más y los brazos de Jesús siguen estando abiertos a todos los que deseen venir a Él. No hay pecado que lo escandalice o que no pueda perdonar, la cruz habla del amor más grande que alguna vez conocerás y es ahí y solo ahí, en su amor revelado, que somos completamente libres.
Ánimos, vuelve a casa, el Padre te espera.