Siempre es un buen plan congregarse, aprender y aplicar lo aprendido.
Esta mañana en la iglesia nos hablaron de la importancia de tener un cambio de actitud ante las mentiras que muchas veces permitimos que entren a nuestro corazón.
Escuché, más no comprendí inmediatamente que muchas de las «incomodidades» de mi corazón son solo el resultado de una mentalidad que no ha sido renovada y que enfrenta los mismos escenarios, de las mismas formas, y que nunca han dejado ningún resultado agradable.
Mientras meditaba en todo esto, decidí salir con amigos a compartir después del servicio y en medio del compartir y el conversar acerca de todo lo que Dios está haciendo en nuestra vida, nuestras expectativas y aún frustraciones de la temporada, convergimos en que hay muchas áreas de nuestra vida que se han sentido como un ciclo interminable y que no importa cuanto intentemos salir de ahí, volvemos al inicio vez tras vez.
Esas conversaciones y confesiones estuvieron un poco salpicadas de tristeza, confusión y cierta desesperanza que dice entre una lagrima y un suspiro «ya no sé de que forma hacerlo». Fue entonces cuando elegimos hacer la única cosa que si sabemos hacer muy bien y que jamás nos ha dejado sin resultados favorables … orar.
Sí, ya sé que probablemente a este punto estés pensando «y bueno, ¿qué no habían orado ya?», pues sí, pero juntos no.
Verás hay una gracia especial del Señor que se disfruta en la comunión de sus hijos, cuando sobrellevamos las cargas los unos de los otros y somos vulnerables acerca de nuestras luchas. Y a veces, lo más valiente que podemos hacer es exponer nuestro corazón a nuestros hermanos de la fe, en un ambiente saludable y de crecimiento enfocado en Cristo.
Oramos de la forma más sincera posible recordando las palabras del salmista «escucha mi oración hecha de labios sin engaño», una que otra lágrima expresó mejor y en silencio culminamos la oración.
Ahora, si eres apasionado en tu relación con el Espíritu Santo como yo, la fe que hemos depositado en Jesús siempre nos recuerda que no importa que tan confusa o desafiante pueda parecer alguna situación, Jesús siempre está y de forma inquebrantable creo que cuando nos acercamos a él por ayuda o guía, nunca nos quedaremos sin una respuesta.
Tenemos un Padre que es bueno, amoroso y que se place en que reconozcamos nuestra fragilidad y la necesidad y dependencia inmensa que tenemos de Él.
Para nuestra grata sorpresa, no habían pasado ni 5 minutos de haber terminado la oración cuando el Espíritu Santo empezó a darnos instrucciones acerca de todo lo que debemos hacer. Nosotros abrimos dialogo al Padre en el nombre de Jesús, y él correspondió a través de la escritura:
«Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos»
Salmos 32:8
Seguido de que uno del grupo recibiera esa escritura como respuesta del Señor, abrimos dialogo que trajo orden y empezó a brindarnos en el momento justo un cambio de actitud.
Pudimos entender algunas horas después, por revelación, lo que más temprano nos habían enseñado en la iglesia y quiero compartirte lo que concluimos y elegimos poner en acción en obediencia al Señor.
- Un cambio de actitud requiere dominio propio.
No sirve de nada que tengamos un cambio de actitud si no ejercemos disciplina y dominio propio para mantener ese cambio, de lo contrario, volveremos a lo mismo. Al mismo ciclo de siempre.
Esta mañana, en la iglesia nos dijeron que debemos pedir la ayuda del Espíritu Santo en todo. Muchas veces nos frustramos a causa de nuestra desconexión con quien fue enviado para fortalecernos, guiarnos y llenarnos de poder; y en medio de nuestra autosuficiencia nos conducimos al agotamiento constante que deja obrar desde nuestras fuerzas. La palabra del Señor nos da instrucciones valiosas acerca de esto.
«Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.» Zacarías 4:6
«Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.» 2 Timoteo 1:7
Pidamos la ayuda del Espíritu Santo de forma constante y no nos olvidemos que es gracias a Jesucristo que recibir esa ayuda y ese poder es posible. - Evalúa con detenimiento tus hábitos diarios.
Hace algún tiempo un buen amigo me dijo que no podemos esperar ver resultados distintos si estamos haciendo las mismas cosas. Sé que todos sabemos esto, sin embargo la sencillez o simplicidad de llevarlo a la práctica se puede volver muy compleja cuando nuestros hábitos están muy marcados por maneras negativas o incorrectas que tenemos de pensar ante cierta situación.
Podríamos fácilmente decir que nuestra forma de pensar se ve reflejada en nuestros hábitos o que nuestros hábitos son el resultado de nuestra forma de pensar, cualquiera sea la mejor forma de expresarlo, no veremos cambios necesarios en nuestra vida ni saldremos de ciclos interminables de frustración hasta que no tomemos la decisión de entrenar nuestra mente a obedecer al Señor en sus mandatos, el consejo sabio que nunca falta de algún líder, pastor o mentor y el reconocer cuando estamos dando error.
La palabra del Señor nos ilustra esto muy bien en la carta del Apóstol Pablo a los Romanos donde nos recuerda que debemos empezar por presentar nuestra vida como un sacrificio diario al Señor, esto nos conduce a una renovación de entendimiento que nos permite comprobar la voluntad de Dios para nosotros que es buena, agradable y perfecta.
«Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.» Romanos 12:1-2
Pídele a Dios en oración que te muestre que hábitos debes cambiar para que se renueve la forma de pensar, que cosas nuevas debes permitirte vivir (aunque sientas que te mueres del miedo), y que te conceda la valentía y gracia para corresponder como un hijo del viento.
Finalmente quiero definirte directamente de nuestro amigo Google que la actitud es una forma de pensar o sentir acerca de alguien o algo que a menudo se refleja en el comportamiento de una persona. Nuestras actitudes crean un marco mental que moldea cómo nos comportamos en nuestra vida personal y profesional.
Llevemos nuestra mente y conducta al Señor y a través de su palabra experimentemos cada vez mayor libertad y plenitud a través de la obediencia.
«Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo.» 2 Corintios 10:4-5
¡Iniciemos esta semana entrenando nuestra mente a obedecer a Cristo!