Hace unos días estaba leyendo la Biblia con amigos, empezamos en Génesis y procuramos leer un capítulo diario para meditar en lo que creemos el Espíritu Santo nos enseña, prestar atención a lo que no estamos poniendo en práctica, conocer más a Dios y corresponder en oración a todo lo recibido.
He leído Genesis un montón de veces, sin embargo nunca le había prestado atención a lo que el Espíritu Santo nos enseñó mientras leíamos y es que de una manera sumamente interesante nuestro enfoque se fue a los días en los que Dios hizo cada cosa, empezando con lo que en la Reina Valera del 60 se menciona como «un día».
«Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.» Génesis 1:5
Ese «un día» se refería al primer día y vimos necesario prestarle atención a la ante sala de ese «un día».
Según Génesis 1:1-3, antes de Dios empezar a nombrar cosas por primera vez, se nos muestra la belleza de la trinidad.
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra» vs 1 (Dios)
«Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.» vs 2 (Espíritu Santo)
«Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.» (Jesús)
De la misma manera que se nos muestra la belleza de la trinidad en este pasaje, es esa misma unión, acuerdo y armonía que nos conceden pasar de muerte a vida.
Dios envió a Jesús al mundo a morir por nuestros pecados para que, a través de Su Espíritu podamos nacer de nuevo, nacer del Espíritu, nacer de Dios y tener vida eterna, ser reconciliados con Dios.
Ese nuevo nacimiento toma lugar cuando Jesús nos encuentra en nuestro desorden, vacíos y tinieblas, exactamente así como estaba la tierra antes de que fuera la luz. Cristo.
«Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.» Juan 8:12
Nuestro «un día», o día uno, inicia cuando nacemos de nuevo, cuando somos salvados por la revelación de lo que Cristo hizo en la cruz. Cuando el Espíritu Santo nos convence de justicia, juicio y pecado y nos resucita con Cristo en lugares celestiales.
La Biblia es hermosa, y toda ella nos revela a Cristo una y otra y otra vez, nos acerca al corazón de un Dios Santo y Justo que eligió revelarse a nosotros como Padre a través de Jesús y que, a través de Su Espíritu, nos da vida abundante.
Mi oración es que así como «un día« Jesús me encontró en desorden, vacío y tinieblas, también te encuentre a ti y ¡SEA LA LUZ! Esa que alumbra y disipa las mentiras, las tinieblas, la maldad y toda perversidad.
Que el amor de Cristo te sea revelado a través del Espíritu Santo y puedas disfrutar la Paternidad de un Dios que es bueno, que es misericordioso, y se acuerda de nuestra fragilidad. Él es bueno, así lo ha sido desde el principio y siempre lo será.